6.28.2010

El Celler de Can Roca




Hay tantas cosas que nos llegan sin buscarlas… hace unas semanas una voz al teléfono me indicaba que había un lugar libre para mi, en una mesa, en un local, en una ciudad a 100 km de Barcelona ¿Cómo decir que no, cuando esa ciudad es Girona, cuando ese local es El Celler de Can Roca, cuando esa mesa se comparte con personas inteligentes a las que quieres tanto?

Llevo días pensando en qué decir sobre un lugar así, esperando a que la distancia me bendiga con perspectiva. Tratando de acallar las cosas que he leído, las que me han contado y las que yo misma me imaginaba. No es fácil.



Lo que he sacado en claro es que esto no es comer en el sentido de alimentarse, es decir de necesidad fisiológica. A lo que asistimos en este tipo de lugares es a la presentación de una obra creativa, al pensamiento materializado en comida, en sensaciones y en ese sentido las cinco horas en El Celler adquieren brillo por si mismas.



El menú es para mi una historia, un cuento, una vida acotada por el tiempo, por esas horas enmarcadas en la caja de cristal que no puede sino recordarme la transparencia total de la casa Farnsworth de Mies. Desde nuestra mesa, a la vez que protegidos lo dominamos todo: el patio de acceso, la sala de fumadores, el patio central, las otras mesas y sobre los setos, la calle. Desde este interior protegido percibimos el paso del tiempo a través de los cambios climáticos exteriores. Estos elementos se conjugan con la comida y los vinos para bailar, en mi cabeza, en mi boca, en mi cuerpo, haciendo a medida que se suman los elementos, cada vez más única esta experiencia.



El Chef Joan Roca nos recibió apenas entrar, amable, nos hizo una pequeña excursión por la cocina que a pesar de ser hora punta se movía tranquila. En la pastelería vimos como Jordi Roca se desenvolvía armonioso junto con la partida de postres. Aproximadamente 130 personas trabajan en cada servicio para atender 50 comensales.






Al final de la comida y ya con 13 sorprendentes copas de vino circulando por mis venas, Josep Roca, nos invitó a visitar la bodega, y sé que no es a causa de los efectos del alcohol en la sangre que recuerdo este momento como uno de los mejores.



En el rincón destinado a Baco encontramos que hay 35.000 botellas de unas 2500 referencias diferentes. Pero lo que mas conmovió mi mareada humanidad fue encontrar que dentro de la bodega Josep ha construido 5 espacios donde ha intentado representar lo que es para él el vino. Cuando te explica, sus ojos brillan un poco desorbitados, es una persona apasionada y eso es algo que admiro.


Para comer nos decidimos por el menú grande con maridaje. Así que frente a nosotros pasaron 8 snacks, 9 platos, 3 postres y 12 copas de vino más el cava con el que nos recibieron. Pero como el tema es largo lo dejo para un segundo post.

Es decir, como en película mala: continuará…






1 comentario:

  1. Amiga querida, gracias por compartir esta experiencia, me encanta leerte y ver tus fotos. ¡Yo también quiero ir!

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