3.01.2010

Soñados calçots



Hay épocas en las que llevo una doble vida. Cada noche, al poner la cabeza en la almohada empieza un nuevo día y sueño, sueño mucho; cosas corrientes y cosas raras, personas que conozco pero que no son las que veo, cosas que son extrañas pero que me parecen normales. Y cuando estoy de suerte y llevo ya una temporada así, poniendo pescados a la parrilla a los que les salta un corazón humano para escapar del fuego, empiezo a controlar mis sueños. Y es en estas épocas en las que la realidad se tiñe un poco de sueño, mi vida toma toda un carácter onírico que no sé como explicar y los sucesos, los recuerdo cálidos y borrosos como entre sueños. El mundo adquiere para mí una dimensión extraña, desenfocada y satisfactoria en general, luego si esto se combina con cosas que realmente me gustan y me conmueven pues ya es lo mejor.


El domingo de caçolts es un recuerdo de esos nubosos y feliz. Todo el proceso era un descubrimiento para mi, seguramente tenia esa cara de sorpresa del que ve por primera vez. Los calçots son cebollas largas y dulces que se hacen en una hoguera a llama viva por ambos lados hasta que se ponen negras por afuera, luego se envuelven en papel periódico para que conserven el calor y terminen de cocerse. Es una tradición de invierno en cataluña y es una excusa perfecta para hacer asados cuando el frío acecha.



Como los calçots han de pelase con la mano y luego remojarse en una contundente salsa llamada romesco hecha con ñoras, almendras, avellanas, tomate, ajo, vinagre y mucho aceite, no hay forma de escapar de las manchas de pies a cabeza. Lo que más me gusta es que se genera una dinámica casi infantil alrededor de la comida, todo el mundo de pie, comiendo con la mano, manchándose la cara y solo para rematar, para ponerlo más fácil un porrón con vino peleón. Después de diez calçots el hielo se ha derretido, el frío no existe y hasta la mismísima Sofía Loren puede estar abrazada del parrillero con la mano en alto aferrándose al vaso de vino y cantando "mambo italiano".

salsa romesco

Si vienen a Cataluña en invierno no dejen de ir a una calçotada, creo que dentro de las experiencias gastronómicas típicas catalanas esta es realmente importante. No apta para Divas, ni para miembros de la Realeza ni para Guiris de Rambla con sombrero mexicano que gustan de la paella congelada y beben sangría Don simón con trozos de fruta.